Santiago Loché Gumiel – Encargado General

Santiago Loché: “Si volviera atrás, volvería a elegir este trabajo”

25 años no son nada. O al menos esa es la sensación que desprende Santiago, ‘Santi’ para sus compañeros, cuando hace un repaso por su vida en Funeraria Gijonesa.

Iba para funcionario, de hecho, cuando le llamaron para entrar en la funeraria ocupaba su plaza como interino. “Pero aquella plaza estaba un poquito difícil de sacar y no pensé dos veces aceptar. En todos estos años puedo decir que nunca me he arrepentido de haber elegido este trabajo”.

Un cuarto de siglo en el que ha visto pasar años, compañeros y puestos. Porque si algo le define es esa cualidad polifacética que le ha permitido pasar por todos los roles. “Comencé de conductor, pero he tocado casi todos los palos. La recogida, entierros, traslados y, al cabo de unos años, acabé siendo encargado del tanatorio. Hoy en día soy encargado general, y estoy muy orgulloso de poder decir aquello de ‘yo empecé desde abajo’”.

Ese saber cómo se trabaja en cada posición de la funeraria le ha permitido tener una visión más global de cómo se organiza cada departamento y de la función de cada compañero. “De todo se aprende. Pero siempre sin perder lo más importante: estamos ahí para intentar ayudar a las familias”. No es fácil tratar de asesorar o consolar a las personas en sus momentos más duros, pero Santiago tiene muy claro su máxima, la de tratar de hacerles las cosas lo más fáciles posibles: “Que sepan que estamos ahí para ellos”.

Más de dos décadas de experiencia que comparte con todo su equipo, a los que llama “familia”. Puede sonar a tópico, pero es lo primero que le sale al preguntar por el ambiente en Funeraria Gijonesa: “Una gran familia. Cada trabajador en cada puesto es un miembro más, con la directiva a la cabeza. Cuando hacemos una cena de empresa todo el mundo quiere apuntarse, y parece algo muy básico, pero también un reflejo de que estamos a gusto donde estamos”.

Aunque se queda con esa parte positiva de poder ayudar, hay imágenes que tiene marcadas en la retina. La primera es la de un abuelo, “un señor muy mayor que había perdido a su nieta. Verle allí, con su bastón, buscando solo lo mejor para su nieta, es algo que todavía me emociona”. Para el segundo recuerdo no tiene que echar la vista muy atrás: “La pandemia fue muy dura porque tuvimos que explicar a muchas personas que no iban a poder despedir a sus seres queridos. Familias enteras contagiadas que no podían velar al difunto. Velatorios con solo 2 o 3 personas cuando la familia era mucho más grande. Ha habido silencios que han sido sobrecogedores”.

Como todos sus compañeros, estos momentos le empujaron a hacer gala, aún más que nunca, de la profesionalidad que les caracteriza. “Fueron momentos difíciles, pero estuvimos ahí. Fuimos más conscientes que nunca de nuestro papel: Estamos para ayudar. Había restricciones, estábamos muy limitados, pero teníamos que ayudar”.

Ayudar es la palabra que más se repite en toda la charla con Santiago. “Creo que es lo que más me gusta, saber que estoy ahí para ello”. Y esa acción de ayudar es de las pocas cosas que no han cambiado en todos estos años. En lo demás, casi nada es igual. Desde las tradiciones -el velatorio en casa, que sea la familia quien viste y arregla al fallecido o el incremento de las incineraciones- hasta la irrupción de las nuevas tecnologías y su enorme influencia en el contexto social. “Antes, por ejemplo, se publicaban muchísimas esquelas. Es algo que sigue haciéndose, pero en menor medida, porque gracias a Internet puedes compartirlas más fácilmente”.

También ha cambiado el perfil de los compañeros, sobre todo por la irrupción de la mujer en el trabajo. Una evolución paralela a la social que permite que hoy en día ellas sean una parte más de la funeraria. “Tenemos compañeras en todos o casi todos los departamentos. No hay distinción alguna”. Una evolución que en 25 años también ha sido personal. “Algo que creo haber aprendido es que, si puedo hacer algo para hoy no lo dejo para mañana. Aprendes a valorar el momento, la familia y, en definitiva, la vida”.

Porque, aunque es importante “no llevarse el trabajo a casa” es casi imposible que algunas historias no toquen de cerca. Por ello, y por todo lo vivido, Santi tiene claro que, de volver atrás, volvería a elegir el mismo trabajo: “Es un mundo a menudo desconocido pero muy interesante. Te deja muchas satisfacciones”. Quizá por eso remarca aquello de que los funerarios no están hechos de ninguna pasta especial: “Para trabajar aquí y realizar esta labor, lo único que hace falta es tener ganas de superación, empatía y estar a disposición de las familias, porque al final recibes más de lo que das”.

Ganas que a Santiago le sobran para seguir unos cuantos años en Funeraria Gijonesa: “Si pudiera pedirle algo a los años que me quedan aquí sería, sin duda, seguir igual. Seguir como hasta ahora”.

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