Jose Francisco Amandi- Funeraria Valdediós

Jose Francisco Amandi: “Nuestra mayor satisfacción en cuando nos felicitan por lo bien que ha salido un servicio”

Jose no había cumplido 24 años cuando comenzó a trabajar en la Funeraria Valdediós de Villaviciosa. Hoy, con 51 recién hechos, ya puede decir que lleva más de media vida asistiendo a las familias del concejo y echando una mano en cada lugar en que hiciera falta.

En el concejo viven poco más de 14.000 personas, por lo que en este tanatorio de Funeraria Gijonesa los trabajadores pueden contarse con los dedos de una mano. Un reducto tan pequeño obliga a que “todos hagamos un poco de todo”. Buena cuenta de ello es que cuando le llamamos pillamos a Jose, encargado de la funeraria, fregona en mano limpiando un café. Que todos arrimen el hombro le ha permitido desempeñar distintas funciones: ha sido conductor funerario, ha asistido familias, hecho recogidas… Un multitarea para el que el último cuarto de siglo ha pasado “volando”.

“Empecé joven y, de repente, un día echas la vista a atrás y han pasado 25 años”, dice. Un trabajo que le ha permitido tener esa “estabilidad laboral” que, de otra forma, en Asturias “es muy complicada”. Además, cuenta que «el funerario es un mundo que no sé explicar bien porqué, pero una vez que entras, engancha. Puede que sea por esas ganas que le pones, por ese querer que todo salga bien”.

Estar enclavados en el medio rural hace que el trabajo sea “un poco diferente” a otras funerarias. Por encima de todo prima la organización. “Aquí cada compañero sabe lo que tiene que hacer en cada momento. Si necesitamos hablar las cosas, por supuesto, nos juntamos, pero en el día a día cada uno sabe su lugar”. Una coordinación necesaria con tan poco personal, pero que también les permite tener un trato mucho más cercano con sus vecinos, algo que marca la diferencia con otras funerarias más grandes.

“Lo noto, por ejemplo, cuando viene alguien de fuera. Aquí la gente confía en nosotros plenamente, saben que siempre vamos a recomendarles lo mejor”, sin trampa ni cartón. Una confianza adquirida tras años de esfuerzo y compromiso. Por eso, lo que ‘peor’ se lleva es ese momento en que alguien joven fallece. “Aquí nos conocemos todos, y es duro cuando son personas jóvenes, que a lo mejor se han criado contigo o cuyos hijos ves todos los días”.

Una vez más, la profesionalidad y el saber estar es lo que prima en esos momentos, que también tienen su parte agradecida. “Muchas veces te felicitan por el servicio, o aparecen al día siguiente con unos bombones para darte las gracias por lo bien que ha ido todo. En ese momento, el del deber bien hecho, creo que está la mayor satisfacción para quienes somos funerarios”.

En un mundo sin teléfonos móviles, hace 25 años, era complicado hasta encontrarse. “Llevábamos un busca, y cuando entraba algún servicio ponía un número al que tenías que llamar. Si te pillaba en mitad de ninguna parte, y, sin móvil, había que ingeniárselas para encontrar un teléfono cerca que poder usar. Recuerdo que, normalmente, los había en los bares de los pueblos”. Un sistema de trabajo que revolucionó la llegada de los dispositivos portátiles, “aunque en la zona rural aún tardamos unos años en tener buena cobertura”, señala.

Una barrera que en su momento supieron superar, como cada una que se ha ido sucediendo en estos años. La última, y la más grande, la pandemia que cogió a todo el planeta a contrapié, y que obligó a echar el doble de esfuerzo en cada servicio.

“Afortunadamente, aquí no fue de los sitios en donde pegó más duro. Pero sí se vivió con cierta inquietud. Al final no se sabía bien ni cómo se podía transmitir, así que nos enfundábamos en las EPIs y tratábamos de hacer bien nuestro trabajo”.

Con 51 años, y consciente de que aún le quedan unos cuantos años hasta jubilarse, le preguntamos por el futuro. Tras reflexionar un rato sorprende con la respuesta: “Lo dejaría todo como está. Siempre hay cosas que se pueden mejorar, está claro. Pero creo que hacemos un buen trabajo, creo que seguiría como hasta ahora”.

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